Carlos Zugasti
El vidrio soplado; un soplo de eternidad. Desde las armónicas líneas de vidrio soplado pasando por el gusto rebuscado y colorista del barroco hasta la vidriera policromada de hoy, Vidrio Soplado de Tlalpan, ha logrado, el reconocimiento a la artesanía convertida en arte. En el siglo decimotercero, para no revelar los secretos del vidrio los venecianos exiliaron a sus artesanos a la Isla de Murano. Allí surgió ese arte que alcanzó su máxima perfección en el siglo decimosexto. Después de un largo viaje a través de la historia, la artesanía del vidrio llega a México en el periodo de conquista y colonización. Los primeros hornos de vidrio se establecieron en el antiguo barrio de Analco en Puebla, que fue sede de artesanos. También en Guadalajara, Jalisco en la población de Tlaquepaque posteriormente en la Ciudad de México, en la calle de Carretones, en la zona aledaña al Mercado de la Merced. Es en Tlalpan, en donde el turistero de profesión Miguel Ángel González Salinas rescata y adquiere Vidrio Soplado Tlalpan, en donde se conjuntaron las técnicas ancestrales mexicanas como las europeas procedentes de Bohemia, Alemania que aunadas a la habilidad y tradición mexicana logran un producto del vidrio soplado que resulta de un soplo de eternidad, en el que las técnicas de siglos anteriores se unen para obtener piezas de grabado, o punta de diamante, que pos su transparencia o fragilidad son escogidas para las coleccionistas importantes. El vidrio helado, el vetroghiaccio caracterizado por su superficie rugosa y translucida son adecuadas para las copas, así como para piezas de vidrio lattimo decorado con esmaltes para imitar a las porcelanas orientales. En este lugar hay un gusto artesanal por los diseños austeros.
La ruta de los vitrales en Tlalpan
Aunque pequeña es sorprendente por la belleza de los mismos.
Carlos Zugasti
El arte de las vidrieras
Fruto de una rica y antigua tradición, el arte del vitral, gracias a la vigorosa corriente del Modernismo, la fuerza y el vigor con que nació en plena Edad Media, y que después de llegar casi a la extinción en el siglo decimoctavo, recibiría el impulso del arte nuevo que la industria turística ha rescatado para beneplácito de los viajeros. Y así es. Un alto porcentaje de turistas que identificamos como parte del turismo cultural, combina su descanso, alimentación recreación y entretenimiento aunado con el gozo estético que le produce conocer ciudades antiguas. En nuestro país, muchas de las que fueron en su momento afectadas por el movimiento artístico del modernismo y como parte de ello, aquel arte nuevo incluido principalmente en catedrales, iglesias, capillas, conventos y seminarios, para de allí albergarse en las grandes haciendas así como en ciudades mineras en quintas y en pequeñas propiedades.
Con la gestación del turismo contemporáneo, en nuestro país, muchos de estos espacios muestran lo que el inicio del modernismo y del postmodernismo cuya finalidad del arte ornamental como su nombre lo indica, adornar los objetos, ya que desnudos como estaban en la pura construcción había que vestirlos para gozo de la vista. Bajo este concepto el visitante se hospeda en nuestra gran Ciudad de México en lo que originalmente fue la primer tienda departamental: El Centro Mercantil, hoy convertido en el Gran Hotel de la Ciudad de México, en el que el turista disfruta de los vitrales tanto en su restaurante principal, en los antiguos elevadores y por supuesto en el gran domo que es un enorme vitral que ocupa todo el espacio de cubre corredores y vestíbulo. La pasión por estos vidrios matizados los vemos no tan solo en antiguos hoteles sino también en los contemporáneos. Baste mencionar las grandes puertas de acceso a los restaurantes de comida internacional del hotel Nikko elaborados con vidrios biselados y unidos con la técnica del vitral. O en el J:W.Marriot, en donde también observamos los grandes ventanales o como pequeños divisores de salas adosados a paredes en franca competencia con tapices y pinturas.
El turista encuentra a su paso vidrieras y ventanales en los paños translucidos del Museo Nacional de Arte__Tacuba y Marconi__y sin duda quien acude a las representaciones de Ballet Folklórico en el Palacio Nacional de las Bellas Artes podrá observar el gran telón de vidrio__canutillo vítreo engarzado__ que en si es todo un espectáculo.
Así como esta ciudad ofrece a los visitantes la Ruta de los Murales, con las muestra pictóricas de los muralistas mexicanos, en la ciudad de Puebla de los Ángeles, se ofrece al visitante la ruta de las vidrieras y de los vitrales así como la de los espacios integrados por el vidrio soplado.
Los grandes hoteles como el Camino Real, el Westin de Puebla, el Mesón del Ángel disfrutamos sus puertas de hojas con vidrios biselados, sus pequeñas vidrieras y también disfrutar la colección de vajillas, de vidrio soplado, de los vasos, jarras, jarrones de cristal y en toda la hotelería de nuestro país encontramos reminiscencias y copias de trabajos de Art Nouveau, de Louis Comfort Tiffany, de Luc Oliver Merson, y de sus seguidores f4ranbceses Paul Ronson, Eugene Grasset, Henri Ibels Rousseau, Félix Valloton que se integran con decoro y elegancia a los trabajos comercializados en México con los diseños de Mathias Goeritz, los excelentes trabajos de uno de los principales vitralistas en México Don Claudio Tranquilino Pellandini e hijos, que creo el primer taller y sus seguidores continuaron con sus enseñanzas.
Destaca por supuestos los ya mencionados vitrales de la capilla, que se les conoce como los vitrales de los Lirios, en la Parroquia de San Agustín de las Cuevas de Tlalpan, el pequeño vitral de la capilla de las Capuchinas Sacramentarias del Purísimo Corazón de María, en la calle de Hidalgo casi esquina con Magisterio Nacional que fue diseñado por Mathias Goeritz. Con esta obra de arte Mathias Goeritz inicia su labor como diseñador vitralista. Esta capilla también se le conoce como la Capilla Barragán, porque es una muestra de las obras del arquitecto Luis Barragán, quien fue contó con la colaboración de decoración de sus amigos Chucho Reyes y Goeritz.
El arte de las vidrieras
Fruto de una rica y antigua tradición, el arte del vitral, gracias a la vigorosa corriente del Modernismo, la fuerza y el vigor con que nació en plena Edad Media, y que después de llegar casi a la extinción en el siglo decimoctavo, recibiría el impulso del arte nuevo que la industria turística ha rescatado para beneplácito de los viajeros. Y así es. Un alto porcentaje de turistas que identificamos como parte del turismo cultural, combina su descanso, alimentación recreación y entretenimiento aunado con el gozo estético que le produce conocer ciudades antiguas. En nuestro país, muchas de las que fueron en su momento afectadas por el movimiento artístico del modernismo y como parte de ello, aquel arte nuevo incluido principalmente en catedrales, iglesias, capillas, conventos y seminarios, para de allí albergarse en las grandes haciendas así como en ciudades mineras en quintas y en pequeñas propiedades.
Con la gestación del turismo contemporáneo, en nuestro país, muchos de estos espacios muestran lo que el inicio del modernismo y del postmodernismo cuya finalidad del arte ornamental como su nombre lo indica, adornar los objetos, ya que desnudos como estaban en la pura construcción había que vestirlos para gozo de la vista. Bajo este concepto el visitante se hospeda en nuestra gran Ciudad de México en lo que originalmente fue la primer tienda departamental: El Centro Mercantil, hoy convertido en el Gran Hotel de la Ciudad de México, en el que el turista disfruta de los vitrales tanto en su restaurante principal, en los antiguos elevadores y por supuesto en el gran domo que es un enorme vitral que ocupa todo el espacio de cubre corredores y vestíbulo. La pasión por estos vidrios matizados los vemos no tan solo en antiguos hoteles sino también en los contemporáneos. Baste mencionar las grandes puertas de acceso a los restaurantes de comida internacional del hotel Nikko elaborados con vidrios biselados y unidos con la técnica del vitral. O en el J:W.Marriot, en donde también observamos los grandes ventanales o como pequeños divisores de salas adosados a paredes en franca competencia con tapices y pinturas.
El turista encuentra a su paso vidrieras y ventanales en los paños translucidos del Museo Nacional de Arte__Tacuba y Marconi__y sin duda quien acude a las representaciones de Ballet Folklórico en el Palacio Nacional de las Bellas Artes podrá observar el gran telón de vidrio__canutillo vítreo engarzado__ que en si es todo un espectáculo.
Así como esta ciudad ofrece a los visitantes la Ruta de los Murales, con las muestra pictóricas de los muralistas mexicanos, en la ciudad de Puebla de los Ángeles, se ofrece al visitante la ruta de las vidrieras y de los vitrales así como la de los espacios integrados por el vidrio soplado.
Los grandes hoteles como el Camino Real, el Westin de Puebla, el Mesón del Ángel disfrutamos sus puertas de hojas con vidrios biselados, sus pequeñas vidrieras y también disfrutar la colección de vajillas, de vidrio soplado, de los vasos, jarras, jarrones de cristal y en toda la hotelería de nuestro país encontramos reminiscencias y copias de trabajos de Art Nouveau, de Louis Comfort Tiffany, de Luc Oliver Merson, y de sus seguidores f4ranbceses Paul Ronson, Eugene Grasset, Henri Ibels Rousseau, Félix Valloton que se integran con decoro y elegancia a los trabajos comercializados en México con los diseños de Mathias Goeritz, los excelentes trabajos de uno de los principales vitralistas en México Don Claudio Tranquilino Pellandini e hijos, que creo el primer taller y sus seguidores continuaron con sus enseñanzas.
Destaca por supuestos los ya mencionados vitrales de la capilla, que se les conoce como los vitrales de los Lirios, en la Parroquia de San Agustín de las Cuevas de Tlalpan, el pequeño vitral de la capilla de las Capuchinas Sacramentarias del Purísimo Corazón de María, en la calle de Hidalgo casi esquina con Magisterio Nacional que fue diseñado por Mathias Goeritz. Con esta obra de arte Mathias Goeritz inicia su labor como diseñador vitralista. Esta capilla también se le conoce como la Capilla Barragán, porque es una muestra de las obras del arquitecto Luis Barragán, quien fue contó con la colaboración de decoración de sus amigos Chucho Reyes y Goeritz.
La cúpula de flores y golondrinas de María Francisca Bobadilla Tome localizada en la calle de Morelos 101, los trabajos y vitrales del taller del arquitecto Ricardo Lemus Kurchenko de Calzada de Tlalpan y calle de Morelos 101, los vitrales de la propia Parroquia de San Agustín de las Cuevas, la colección de Vitrales de los restaurantes La Hacienda de Tlalpan de Calzada de Tlalpan y Abasolo y de los restaurantes de Enrique de Jorge Talavera, así como los múltiples vitrales que están integrados en las vetustas casas de retiro, conventos y seminarios tlalpenses que merecen un capitulo aparte.
Las canicas llenabolsillos de niños
Carlos Zugasti
Las canicas: ese juego que aprendimos jugando de rodillas o en cuclillas seria el mundo esférico integrado por retos, audacias, vehemencia y tramperías que veríamos más tarde en la vida misma
El aparentemente inocente del juego de las canicas fue siempre importante, para los que hoy son adultos o adultos mayores.
Hace décadas esta actividad en donde los participantes estábamos la mayor parte del tiempo al nivel del suelo, a la orilla de la escarpa o de la banqueta, en la azotehuela de la abuela, y muchas veces en el terrado cercano a la vecindad.
Aunque muchos de los dilectos que no se querían ensuciar lo hacían de pie o en cuclillas, y tiraban de pie.
El espacio para jugar debía de ser plano, de tierra compactada y generalmente era un espacio abierto, ya fuese en la banqueta misma, o en la orilla de la calle.
Cuando jugábamos sobre las rodillas tirabámos de huesito es decir poniendo la canica entre la falange del pulgar doblado y la parte de la huella del índice, otra forma de tirar era de uñita en la que se colocaba la canica entre la uña del pulgar y el hueco formado por la curva del índice. Eso sí en cualquiera de estas formas la regla prohibía que se pushara__anglicismo ramplón__ o que se empujase al tirar la canica, es decir no se debería mover el brazo hacia delante porque se ganaba indebidamente espacio o la canica salía con mayor velocidad. Otra de las reglas era la de chiras pelas, que no era otra cosa que efectuar una carambola al pegarle al contendiente y a otra canica. Esta norma siempre suscitaba discusiones o se zanjaba y se repetía la tirada regresando las canicas a su lugar. Aquí ganaba la discusión el que más gritaba o el que era el más fuerte.
Otra de las sanciones o reglas era tirar desde la rodilla, es decir apoyar la mano sobre la rodilla y desde allí tirar, también se mencionaba al iniciar el juego aquello de pinto mi raya, que denostaba una marca en el suelo para marcar límites a algo. Sin duda de allí salió aquella mención que hacían los merolicos o los payasos al iniciar su arenga o espectáculo y tal vez fue al contrario o se escuchaba aquel grito de a calacas que significaba que el contrario perdía que además implicaba que el juego termino. A veces después de tanto jugar se hacia un callo en el huesito o una erosión lastimosa en la uña.
Existían varios juegos como el hoyito, jugar al circulo o el cuadro.
El más común era el del hoyito en que se escogía un tramo de suelo y al final se horadaba un pequeño hoyo apenas de dimensión para una canica. Los tradicionalistas se paraban en la raya del inicios y gritaban pinto mi raya y tiraban en dirección del hoy, luego tiraba el otro o los otros respetando turno y así sucesivamente. El objetivo era llegar al hoyito, colocar la canica que era lo importante porque al hacerlo se adquiría el poder de matar a los otros. La traigo, es decir ya puedo acosar a los contrincantes y con la canica tirar hacia las canicas y al pegar a otra canica se gritaba calacas o a calacas y el contrario pagaba lo apostado y salía del juego hasta que el poseedor del tiro mataba a los demás. En el juego podía haber más jugadores que llegasen a entrar al hoyito quien era entonces el que las traía.
Mas difícil eran el circulo o el cuadrado en el que ya no había agujero sobre el piso sino un circulo de mediana dimensión en cuya parte interna se colocaban las canicas según la apuesta. Las canicas las colocaba aquel que en el primer tiro quedaba más cerca del centro del círculo o dentro del centro del mismo. Luego juntaba en sus manos las canicas y las aventaba dentro del círculo, quedando estas desparramadas. El objetivo del juego era tirar la canica e irse acercando hacia la parte externa del círculo y desde allí tirar tratando de pegar a alguna de las canicas y sacarla del círculo sin quedarse la canica de uno dentro del redondel. Era un juego difícil pero fructífero si se tenia la fuerza para impulsar la canica y pegarle a otra y sacarla. El cuadrado era igual con excepción de que esta era más fácil por su dimensión y porque había mayor posibilidad de acercarse externamente y disparar desde los vértices.
Aparentemente las canicas eran casi iguales, pero no. Las diferenciábamos por su color:
Agüitas, las transparentes, ponches__de punch__que eran canicas no transparentes.
Siempre escogíamos alguna por su característica y allí aprendimos el fetichismo y esa canica era la preferida y era con la que jugábamos: era nuestro tiro. Estaban las ágatas que eran transparentes con algún adorno interno que en espiral embellecía la canica. Había otras con una estrella interna que eran muy apreciadas, estaban las galaxias, los ópalos, diablitos, las flamas, perlas, arco iris y un sin fin de nombres que los comerciantes colocaban con sus nombres en los puestos y en las tlapalerías. Normalmente en mi rumbo usábamos las agüitas y las canicas de barro, que muchas veces destruíamos para sacar la bolita interna que daba su origen de redondez. Estas canicas de barro eran de varios colores. Y aunque decíamos que eran canicas de barro en realidad se hacían con cemento tamizado finamente.
En la actualidad solo las encontramos en el Parían de Puebla, en Zacatecas o en algunos mercados de provincia. Las canicas diferentes a las agüitas no se elaboraban en México sino que provenían de Estados Unidos o de China…eran más caras que las nacionales.
Hoy uno de los mayores productores es sin duda Guadalajara, Jalisco que se da el lujo de importarlas al exterior por su precio, belleza y calidad. Menciono calidad porque una buena canica deber ser una pequeña circunferencia perfecta que muestre su belleza.
Pero para los niños la belleza era un valor subjetivo o de apreciación personal y a veces era la más importante porque era diferente, porque era rara o porque había contendido muchas veces, era ganadora ya estaba cacariza y se convertía en un fetiche.
Una de las característica del tiro, los tiritos se llamaban así porque no se trasparentaban tenían un color sólido o tenían un su centro un adorno que la hacía más pesada que otras y la fuerza de esta al golpear a otra la estrellaba. Su origen se remonta en los antiguos resquicios del tiempo ya que muchas canicas surgieron en las erupciones y quedaron enterradas. Después los hombres las utilizaron por su redondez para sus hondas y resorteras y sin duda estas piedras naturales se convirtieron en juego para los niños quienes aprovecharon su redondez para su entretenimiento..
Pocos niños hoy saben jugar aquellos juegos sus contiendas y reglas. Porque ya no es un juego pragmático, porque implica acciones, tiempo y el juego requiera de dos o más de dos niños y ahora no hay tiempo para esos juegos que entretenían a los ahora viejitos.
En otros países este adminículo de juegos ha sido merecedor de crear un museo, o son parte de los museos de vidrio de Italia, Alemania y Murano. Aquí hay canicas en museos sin ningún comentario o ficha enunciativa con excepción del Museo del Estanquillo, o en los anaqueles del Museo de vidrio soplado de Tlalpan.
Las canicas, cuicas, cuirias o pichas, ponches y tiritos son también adornos de estetas y romanticotes que corretean a la nostalgia.